viernes, 25 de enero de 2013

I give you veneno (I)



Aquí mando yo. Dueño del vacío, me instalo a sus anchas, lo recorro; me apodero de su filo negro reluciente. Domino a esas personas saliendo de sus casas, el cabello todavía húmedo, huellas de dentífrico asomándose por los labios, en sus loncheras las sobras del almuerzo más reciente, ya no más tibio o dispuesto. Soy monarca del gemido de los motores haciéndole el amor a la carretera; la saliva de los buseros lacerando la mañana; el día que poco a poco se va desvistiendo, putita orgullosa danzando sobre nuestra lengua. Ahí es que gobierno: déspota, absoluto, inmisericorde. Y todo esto, antes de llegar a la planta.  

Soy el rey de la nada.

miércoles, 9 de enero de 2013

Conversaciones con Cioran - UNO [*]



El literato es un indiscreto que desvaloriza sus miserias, las divulga, las remacha: el impudor. Es una frase de usted. ¿Autorretrato?
Exhibirse resulta en cierto modo indecente, pero en el momento en que escribes no te exhibes. Estás sólo contigo mismo. Y no piensas que se publicará algún día. En el momento en que escribes, estás tú solo contigo mismo o con Dios, aunque no seas creyente. A mi juicio, eso es, en verdad, el acto de escribir, un acto de inmensa soledad. El escritor sólo tiene sentido en esas condiciones. Lo que hagas posteriormente es prostitución. Pero, a partir del momento en que has aceptado existir, debes aceptar la prostitución. Para mí, todo tipo que no se suicida, está prostituido, en cierto sentido. Hay grados de prostitución, pero es evidente que todo acto presenta características similares a los de quien hace la carrera.
Pero siempre he dicho que hay dos impulsos en mí. Recuerde usted precisamente a Baudelaire, los postulados contradictorios, el éxtasis y el horror de la vida… Cuando sabes eso, esos postulados contradictorios, como él los llama, hay, lógicamente, contradicciones, cosas reprensibles, cosas impuras en todo lo que haces. Oscilas entre el éxtasis y el horror de la vida… No eres un santo. Las personas más puras son las que no han escrito, las que no han profesado nada. Son casos-límite. Pero, a partir del momento en que aceptas, en que te debates para vivir –para no matarte, digamos–, te avienes a transacciones: lo que yo llamo impostura. Para mí, eso tiene un sentido filosófico, evidentemente. Todo el mundo es impostor, pero también hay grados en la impostura. Pero todos los vivos son impostores.  

[*] Conversación inédita con Jean-Francois Duval, escritor y periodista suizo, celebrada en junio del 79.