lunes, 24 de junio de 2013

Diez motivos por los cuales fervientemente mantengo que "Man of steel" será una gran ______________


1. Qué gran tipo. Lo que Nolan no logró en Batman begins, acá lo hace de maravilla. Kevin Costner gana por mucho el trofeo al mejor padre del universo. Es potente, determinante, y cada oración que articula es como una pequeña máxima de vida. Confesión: no es que llorara, es que las gafas me molestaban.  


2. Zach Snyder sabe contar una historia. Lo hizo con 300; confirmado con Watchmen; en Suckerpunch vaciló un poco. Sin embargo, Snyder es un director que sabe narrar una historia, sea buena o no. Y aunque Man of steel es a veces un poco cómoda, muy parecida a The avengers: una sucesión tras otra de convenientes coincidencias (Ah que estabas justo cuando me ataca el robot / Cuando la loca extraterrestre me quiere matar vos llegás para salvarme / Al momento que caemos en una heroica picada a muerte para salvar el mundo, ups, resbalo y vos venís volando), Snyder (o los guionistas, más bien) presentó una historia sólida. Un Clark Kent cavilado por la angustia de no saber de dónde es ni hacia dónde va. Es como The perks of being a wallflower pero con súperpoderes. 

3. Amy Smart. Una actriz muy interesante, con una belleza peculiar, que al principio había generado reservas sobre su fichaje, pero saca adelante el personaje. Bueno, más o menos. Bastante infantil, en realidad, con esa muletilla suya del Pulitzer. C'mon, gurl, es sólo un tonto premio. 

4. Perry White. Muy gracioso, muchachos, muy gracioso.


5. General Zod. Muy buena reivindicación del personaje. El anterior Zod era tonto, un baboso. De hecho, los tres criminales de la Zona Fantasma eran bastante ridículos, sobre todo aquel gorilón que no podía siquiera modular una palabra decente. Me hubiese encantado escuchar "¿Por qué preguntás eso si sabés que te voy a matar?" pero creo que no era el momento. Calma, Manuel, calma.


6. Kal-El es Jesucristo. Huidobro dixit. 

7. No aparece la bandera gringa. Al menos no como en Superman 2.

8. No hay referencia alguna a Brainiac. Esto no sé por qué es bueno.

8 y medio. Aparece este sujeto. Luego muere.


9. Una cisterna fuera de control. Lex Luthor no vio la luz por ninguna parte. ¿Bueno? ¡Buenísimo! Recordemos que, en sus comienzos como súpervillano, Luthor era un científico loco. Luego fue transformado en la peor amenaza del mundo moderno: un empresario, así que no sé cómo reaparecerá . Luthor no aparece del todo en la cinta, lo cual considero como un total acierto. Por momentos, esperaba una aparición post-créditos, pero, seamos honestos, nadie se queda al final de los crédidos. (¿Ah?, en serio, ¿ustedes?) Reconozcámoslo: este Luthor debe ser un perfectísimo hijo de puta. Todos lo deseamos. Hackman era un pendejo; Spacey también, incluso peor. ¿Entonces quién para encarar al más grande genio malévolo en la historia del crimen? Consejo: debe ser joven, atractivo, y con muchas ganas de devorarse un personaje obsoleto y defecar maldad pura. 

10. Bill Murray podría ser Otis.   


viernes, 21 de junio de 2013

La forma en cómo se para un adúltero


Puede estirarse hasta casi no reconocérsele más. Expandirlo y expandirlo, como el elástico de tu bóxer favorito, como los límites del mar. Me refiero al héroe, su figura. Da para mucho. Puede ser desmitificado (the newest stuff), remitificado (¿puede la pared aguantar otra capa de pintura?), antimitificado (mi favorito), o simplemente puede ser objeto de burdas explotaciones, pobres y aburridas interpretaciones, sucediéndose una tras otra, perdiendo por fin toda la (sí, yo voy a decir esto:) mística y la dignidad (si acaso le quedara alguna). Quedan vueltos simples monigotes de bondad artificiosa; un role model que es bueno porque , sin leit motivs, sin justificación aparente. El muchacho bueno de la cinta, deslumbrante siempre con esa represa perlina que Dios le ha puesto en la boca, que no fuma ni toma ni coge. ¿Aburrido, verdad? ¿Y qué hay del otro, el anti-héroe, el que todos queremos ser? Más aburrido, aún. Sí: éste fuma, coge, dice obscenidades, se mete cosas ilegales, va a un streap-club si le da la gana, ¿pero qué más? Aparte de un salvaje y atrayente coqueteo con la autodestrucción, nada. Poco hay debajo de esa rudeza, de ese temerario que maneja furioso por un desierto asolado por sólo desdicha y desesperación. En Batman Year One (2011), una vez más, no es Batman, el vigilante que la ciudad más podrida (¿habrán considerado incluir en su ranking a Managua?) del mundo necesita, quien más atrae, quien más excita, sino un hombre común, corriente, atribulado: Jim Gordon. Un hombre regular, sórdido, hermoso.


La trama de la película no es nada de otra galaxia (ajá, ajá, ¿vieron la referencia al DC Universe?): Bruce Wayne regresa a Gótica luego de varios años de ausencia. Atormentado aún por el asesinato de sus padres, decide convertirse en un símbolo de terror que azote al hampa más baja de la ciudad. (Debo confesar que me muerdo los labios al pensar en la culpa que le atormenta.) Por supuesto que su arranque es bastante accidentado. Se considera, en ocasiones, un aficionado con suerte. Entonces viene aquí la hecatombe argumental que estábamos esperando: aparece un escena un joven detective idealista con más valores que experiencia. Su falta de pericia, rápidamente, le cuesta caro. Debe aprender a lidiar con un sistema corrupto; oficiales que aceptan cualquier soborno; jueces parasitarios que bambolean la ley como si tratara de alguna dominatrix costosa. Su nombre: Jim Gordon. Barbara, su esposa, está esperando su primer hijo. Jim detesta su nuevo trabajo; odia Gótica, cree que no hay escapatoria, hasta que choca de frente con este enorme muro que se llama Batman y que el idioma de las calles ha categorizado como héroe. El enfrentamiento (o la danza) entre estos dos personajes es espectacular. El joven detective, para entonces ascendido de rango, empieza una persecución contra este paladín outlaw. Convoca los mejores elementos disponibles, entre ellos, una preciosísima detective. Entonces, cuando nos habían engañado, haciéndonos creer que todo transcurriría con la misma naturalidad de siempre, que era sólo otra película abarcando los hechos iniciativos del Hombre Murciélago, ocurre lo que, por años, me ha parecido de lo más suculento en una película animada de esta especie: Jim vacila. Se ha enamorado perdidamente de la rubia Flass, una bomba sexual enrolada en las filas policíacas de Gótica. Y, por si no lo he dejado claro, Jim está sufriendo. Ama a su esposa. Siente, ah qué delicia, culpa. Peor aún: sus enemigos (Gotham's cops) saben de su affair y aplican un sutil chantaje. Qué romántico, ¿no? Jim se ve obligado a decirle la verdad a su esposa; la detective Flass solicita su traslado; paralelamente, Bruce Wayne ha encojonado a todos los mafiosos de la ciudad, pero es el criminal más peligroso quien ha decidido no dejarle pasar ni una más. La ley, me refiero a la ley. Es cazado por ---y aquí comienza lo que desde el 2.008 estamos acostumbrados a ver: Batman es acorralado por la policía, llama a unos murciélagos en su rescate (yeeeiiii) y huye como una sombra o la sombra de una sombra, dejando atónitos a mí, a usted, a cualquier bobo que se le ponga de frente. El resto es irrelevante: un mafioso amenaza la vida del hijo de Gordon (para entonces su matrimonio es una pieza de porcelana china), Bruce Wayne (not Batman) lo salva, y todo termina con un amigo, tomándose una taza de café, esperando a otro amigo en plena azotea durante un desatado invierno. Me pregunto: ¿no hemos estado viviendo este mismo final over and over again? Hay algo noble en esta cinta, y sucede cuando un hombre  culpable encuentra en otro hombre culpable, más que redención, un apto receptáculo para toda su pena.  


La película tiene un tono parco, casi lento, desenvuelto de a poco, igual a un pañuelo que guarda un secreto en su interior. Tiene momentos muy ricos, y la animación es muy buena. Su mayor cualidad (y esto me lo había querido reservar hasta este momento; ¿escucho acaso el redoble de un tambor?) es indudablemente el uso de los monólogos interiores para dar profundidad a estos personajes. Véase nada más la mente atormentada del adúltero Jim Gordon para tener una clara idea de lo bien que hicieron su tarea los guionistas. Spolier alert: la voz de Gordon puede suscitar muchas emociones en los seguidores de Breaking bad. Cons: El único achaque que tengo para la película es la innecesaria aparición de una halleberryana Selina Kyle. Claro está que DC no perdería tan valiosa oportunidad de promover un spin-off así. Pros: La escena de la foto debajo de esta última línea. Admirable. 



domingo, 9 de junio de 2013

AGUACERO DE TRES DE MAYO


PREMONICIÓN

Papá podría estar muerto,
llorado sobre una cama,
vestido de negro,
sin olvidar el sombrero.
Se llevaría pedazos
de tierra entre las uñas.
Sonreiría así –dormido–
metido en una caja.

¡Y yo que le he llorado tantas veces!

Porque papá se muere en todas mis infancias
y como todo muerto,
levanta la cabeza si lo recuerdan,
camina hacia atrás
hasta encontrar la cama
en la que lloran sus hijos.

Me vuelve a engendrar entre sudores
me amamanta con su teta seca
y yo que aún palpito
suspiro pensando en que mi padre
podría estar muerto
y hoy no ha recibo mi llamada.

TIJERAS

Mi madre está partida
Solo la mitad me ama.
La otra, mi madre,
el mismo día que me vio nacer
me cortó con tijeras.

A veces la miro
con ojos grandes y huérfanos.
Solo a veces la reconozco,
cuando me escucho cantando una canción de cuna.

TRAJE DE FIESTA

Cada día termina
cuando el sueño se apiada de mí.

Antes,
es un rito de gestos y miradas
en escenarios definidos
por el nombre del día.

Jueves,
mañana seré la de las Converse rojas.

CHAT

A las 5 de la mañana resulto ser
solo la pretensión de la noche anterior.
Así que uno desaparece
y ¡listo!

Queda el registro de las letras
dando vueltas en la pantalla.

¡Se puede morir tantas veces!

AGUACERO DE TRES DE MAYO

Hoy Cartago no se ve en el reflejo de las ventanas, pero todas las puertas están abiertas. Los vecinos sacan la cabeza y estiran los cuellos atisbándole el nivel al agua. Rezan para que esta vez la alcantarilla sirva para algo. Luego rezan para que el agua llegue sólo a la sala. Después para que salve el sillón floreado.

Son las cinco de la tarde y las brumas nos juegan malas pasadas perdiéndonos el Irazú. Mientras, serpentea la fila haciendo vaho de mufla y tomando distancia por olfato.

El kilómetro de siempre a casa se suspende en el reloj azul sobre la muñeca. Afuera transcurre todo, yo estoy adentro y debajo el asfalto tiene caprichos de animal vivo. Abre el hocico y trata de tragarse mi llanta izquierda de un bocado, escupe bolsas de basura y mira a los perros entrar persignándose a las iglesias.

Seis eternas. Manejar por tacto es la próxima inclusión en mi curriculum vitae.

Para estas alturas fumarse un cigarro no agravaría la situación. El parabrisas siempre empañado se inventa un sol, casa, conejos y un árbol prendido en preescolar. Tronco y garabatos a un solo dedo y con ojos cerrados.

Siete menos diez. El radio se declara en huelga y John deja de cantar “let it be…” justo cuando yo digo “beeeeeeee” y arrojo humo por la boca. No sé a qué hora empecé a llorar por mis sillones.



Karla Sterloff (San José, Costa Rica, 1975) estudió Psicología y Ciencias de la Educación. En el 2008 obtiene el primer lugar del Concurso Centroamericano de Cuento de la Asociación Costarricense de Escritores, y en el 2009 obtiene Mención de Honor en este mismo certamen. Con Especies menores, de donde se sustraen estos textos, gana el I lugar en el Concurso de Poesía convocado por la EUCR en el 2011.