domingo, 9 de junio de 2013

AGUACERO DE TRES DE MAYO


PREMONICIÓN

Papá podría estar muerto,
llorado sobre una cama,
vestido de negro,
sin olvidar el sombrero.
Se llevaría pedazos
de tierra entre las uñas.
Sonreiría así –dormido–
metido en una caja.

¡Y yo que le he llorado tantas veces!

Porque papá se muere en todas mis infancias
y como todo muerto,
levanta la cabeza si lo recuerdan,
camina hacia atrás
hasta encontrar la cama
en la que lloran sus hijos.

Me vuelve a engendrar entre sudores
me amamanta con su teta seca
y yo que aún palpito
suspiro pensando en que mi padre
podría estar muerto
y hoy no ha recibo mi llamada.

TIJERAS

Mi madre está partida
Solo la mitad me ama.
La otra, mi madre,
el mismo día que me vio nacer
me cortó con tijeras.

A veces la miro
con ojos grandes y huérfanos.
Solo a veces la reconozco,
cuando me escucho cantando una canción de cuna.

TRAJE DE FIESTA

Cada día termina
cuando el sueño se apiada de mí.

Antes,
es un rito de gestos y miradas
en escenarios definidos
por el nombre del día.

Jueves,
mañana seré la de las Converse rojas.

CHAT

A las 5 de la mañana resulto ser
solo la pretensión de la noche anterior.
Así que uno desaparece
y ¡listo!

Queda el registro de las letras
dando vueltas en la pantalla.

¡Se puede morir tantas veces!

AGUACERO DE TRES DE MAYO

Hoy Cartago no se ve en el reflejo de las ventanas, pero todas las puertas están abiertas. Los vecinos sacan la cabeza y estiran los cuellos atisbándole el nivel al agua. Rezan para que esta vez la alcantarilla sirva para algo. Luego rezan para que el agua llegue sólo a la sala. Después para que salve el sillón floreado.

Son las cinco de la tarde y las brumas nos juegan malas pasadas perdiéndonos el Irazú. Mientras, serpentea la fila haciendo vaho de mufla y tomando distancia por olfato.

El kilómetro de siempre a casa se suspende en el reloj azul sobre la muñeca. Afuera transcurre todo, yo estoy adentro y debajo el asfalto tiene caprichos de animal vivo. Abre el hocico y trata de tragarse mi llanta izquierda de un bocado, escupe bolsas de basura y mira a los perros entrar persignándose a las iglesias.

Seis eternas. Manejar por tacto es la próxima inclusión en mi curriculum vitae.

Para estas alturas fumarse un cigarro no agravaría la situación. El parabrisas siempre empañado se inventa un sol, casa, conejos y un árbol prendido en preescolar. Tronco y garabatos a un solo dedo y con ojos cerrados.

Siete menos diez. El radio se declara en huelga y John deja de cantar “let it be…” justo cuando yo digo “beeeeeeee” y arrojo humo por la boca. No sé a qué hora empecé a llorar por mis sillones.



Karla Sterloff (San José, Costa Rica, 1975) estudió Psicología y Ciencias de la Educación. En el 2008 obtiene el primer lugar del Concurso Centroamericano de Cuento de la Asociación Costarricense de Escritores, y en el 2009 obtiene Mención de Honor en este mismo certamen. Con Especies menores, de donde se sustraen estos textos, gana el I lugar en el Concurso de Poesía convocado por la EUCR en el 2011. 

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