viernes, 21 de junio de 2013

La forma en cómo se para un adúltero


Puede estirarse hasta casi no reconocérsele más. Expandirlo y expandirlo, como el elástico de tu bóxer favorito, como los límites del mar. Me refiero al héroe, su figura. Da para mucho. Puede ser desmitificado (the newest stuff), remitificado (¿puede la pared aguantar otra capa de pintura?), antimitificado (mi favorito), o simplemente puede ser objeto de burdas explotaciones, pobres y aburridas interpretaciones, sucediéndose una tras otra, perdiendo por fin toda la (sí, yo voy a decir esto:) mística y la dignidad (si acaso le quedara alguna). Quedan vueltos simples monigotes de bondad artificiosa; un role model que es bueno porque , sin leit motivs, sin justificación aparente. El muchacho bueno de la cinta, deslumbrante siempre con esa represa perlina que Dios le ha puesto en la boca, que no fuma ni toma ni coge. ¿Aburrido, verdad? ¿Y qué hay del otro, el anti-héroe, el que todos queremos ser? Más aburrido, aún. Sí: éste fuma, coge, dice obscenidades, se mete cosas ilegales, va a un streap-club si le da la gana, ¿pero qué más? Aparte de un salvaje y atrayente coqueteo con la autodestrucción, nada. Poco hay debajo de esa rudeza, de ese temerario que maneja furioso por un desierto asolado por sólo desdicha y desesperación. En Batman Year One (2011), una vez más, no es Batman, el vigilante que la ciudad más podrida (¿habrán considerado incluir en su ranking a Managua?) del mundo necesita, quien más atrae, quien más excita, sino un hombre común, corriente, atribulado: Jim Gordon. Un hombre regular, sórdido, hermoso.


La trama de la película no es nada de otra galaxia (ajá, ajá, ¿vieron la referencia al DC Universe?): Bruce Wayne regresa a Gótica luego de varios años de ausencia. Atormentado aún por el asesinato de sus padres, decide convertirse en un símbolo de terror que azote al hampa más baja de la ciudad. (Debo confesar que me muerdo los labios al pensar en la culpa que le atormenta.) Por supuesto que su arranque es bastante accidentado. Se considera, en ocasiones, un aficionado con suerte. Entonces viene aquí la hecatombe argumental que estábamos esperando: aparece un escena un joven detective idealista con más valores que experiencia. Su falta de pericia, rápidamente, le cuesta caro. Debe aprender a lidiar con un sistema corrupto; oficiales que aceptan cualquier soborno; jueces parasitarios que bambolean la ley como si tratara de alguna dominatrix costosa. Su nombre: Jim Gordon. Barbara, su esposa, está esperando su primer hijo. Jim detesta su nuevo trabajo; odia Gótica, cree que no hay escapatoria, hasta que choca de frente con este enorme muro que se llama Batman y que el idioma de las calles ha categorizado como héroe. El enfrentamiento (o la danza) entre estos dos personajes es espectacular. El joven detective, para entonces ascendido de rango, empieza una persecución contra este paladín outlaw. Convoca los mejores elementos disponibles, entre ellos, una preciosísima detective. Entonces, cuando nos habían engañado, haciéndonos creer que todo transcurriría con la misma naturalidad de siempre, que era sólo otra película abarcando los hechos iniciativos del Hombre Murciélago, ocurre lo que, por años, me ha parecido de lo más suculento en una película animada de esta especie: Jim vacila. Se ha enamorado perdidamente de la rubia Flass, una bomba sexual enrolada en las filas policíacas de Gótica. Y, por si no lo he dejado claro, Jim está sufriendo. Ama a su esposa. Siente, ah qué delicia, culpa. Peor aún: sus enemigos (Gotham's cops) saben de su affair y aplican un sutil chantaje. Qué romántico, ¿no? Jim se ve obligado a decirle la verdad a su esposa; la detective Flass solicita su traslado; paralelamente, Bruce Wayne ha encojonado a todos los mafiosos de la ciudad, pero es el criminal más peligroso quien ha decidido no dejarle pasar ni una más. La ley, me refiero a la ley. Es cazado por ---y aquí comienza lo que desde el 2.008 estamos acostumbrados a ver: Batman es acorralado por la policía, llama a unos murciélagos en su rescate (yeeeiiii) y huye como una sombra o la sombra de una sombra, dejando atónitos a mí, a usted, a cualquier bobo que se le ponga de frente. El resto es irrelevante: un mafioso amenaza la vida del hijo de Gordon (para entonces su matrimonio es una pieza de porcelana china), Bruce Wayne (not Batman) lo salva, y todo termina con un amigo, tomándose una taza de café, esperando a otro amigo en plena azotea durante un desatado invierno. Me pregunto: ¿no hemos estado viviendo este mismo final over and over again? Hay algo noble en esta cinta, y sucede cuando un hombre  culpable encuentra en otro hombre culpable, más que redención, un apto receptáculo para toda su pena.  


La película tiene un tono parco, casi lento, desenvuelto de a poco, igual a un pañuelo que guarda un secreto en su interior. Tiene momentos muy ricos, y la animación es muy buena. Su mayor cualidad (y esto me lo había querido reservar hasta este momento; ¿escucho acaso el redoble de un tambor?) es indudablemente el uso de los monólogos interiores para dar profundidad a estos personajes. Véase nada más la mente atormentada del adúltero Jim Gordon para tener una clara idea de lo bien que hicieron su tarea los guionistas. Spolier alert: la voz de Gordon puede suscitar muchas emociones en los seguidores de Breaking bad. Cons: El único achaque que tengo para la película es la innecesaria aparición de una halleberryana Selina Kyle. Claro está que DC no perdería tan valiosa oportunidad de promover un spin-off así. Pros: La escena de la foto debajo de esta última línea. Admirable. 



1 comentario:

  1. Y Alfred? en él siento que se encuentra un descanso, un cambio de ritmo interesante(Hablando del comic en general, no he visto la película que describís).

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